Es la primera vez que entiendo ese cuento.
No recuerdo ni quién lo escribió pero quien sea que haya sido, se merece
escriban 3 tomos de análisis literario al respecto.
En cuanto abrí los ojos vi a Julio ahí,
durmiendo plácidamente a mi lado. Con el cabello despeinado, la barba de dos
días y sus calzones de Mario Bros se ve tan inocente. Pensándolo bien es muy
inocente, todo lo hace como si fuera un niño grandote. Y ahí es donde radica el
problema, todo lo hace sin pensar, como si eso le quitara responsabilidad sobre
sus acciones. Se empieza a mover un poco entre sueños y decido levantarme, ya
empiezo a ver el bulto que se endurece entre sus piernas. Siempre se levanta
así, le encanta coger en las mañanas… para eso no está chiquito.
Me levanto y voy al estudio, prendo la
computadora y me preparo para empezar a escribir. Escucho a lo lejos la
regadera. Julio debe haber notado mi ausencia y ha de haber quedado extrañado.
Está bien, que me extrañe un poco.
Ya cuando termina de arreglarse escucho sus
pasos que avanzan a la cocina, se detiene y luego cómo se acercan hacia mí. Lo
ignoro a propósito y finjo estar trabajando. La verdad es que no he podido
escribir en algún tiempo, estoy completamente bloqueada. Se queda ahí parado
esperando a que reconozca su presencia, al no ver resultados finalmente empieza
a hacer berrinche.
“¿Y el desayuno?”
“¿Soy tu chacha acaso? Prepáratelo tú.”
“Se me va a hacer tarde para ir al trabajo
Victoria.” – me reclama en tono severo.
“Cómprate algo en el camino entonces, yo
también estoy trabajando.” – digo sin dignarme a verlo.
“¡No es cierto, estás en tu blog!”
“Soy escritora… mi blog es mi trabajo…”
Lo volteo a ver de reojo. Se ve tan hermoso
en su traje de ejecutivo haciendo puchero, que por un momento estoy a punto de
levantarme a prepararle de desayunar. Pero no, sino cuándo va a aprender. Ok,
lo acepto, no fue tan grave lo que hizo. El idiota ni siquiera se había dado
cuenta y cuando se lo hice notar sus justificaciones fueron muy válidas… pero,
¿acaso le es tan difícil haber dicho “lo siento”, “disculpa”, “perdón”? Lo
ignoro y sigo escribiendo.
“¿Estas enojada conmigo?”
“¿Tengo motivos para estar enojada?”
“No lo sé. Nunca me dices que te pasa. Todo
se lo cuentas a un montón de extraños en internet pero nunca me dices a mí. Soy
tu novio Victoria, no un adivino.”
Me quedo helada un momento. Tiene un buen
punto. Lo volteo a ver. Está ahí con su cara molesta.
“Lo siento.” – murmullo suavemente.
Su semblante se suaviza y se acerca a darme
un beso en la frente.
“No tienes que disculparte, yo se que así
eres…”
“Tonto… no me estoy disculpando…” – me ve
con cara de incógnita – “nunca dijiste lo siento”.
Se queda pensando un momento. Me ve
fijamente a los ojos y dice:
“Tienes razón. Lo siento.”
Sonrío y lo beso tiernamente. Él se separa
un poco para verme y sonríe pícaramente.
“¿Eso significa que ya no tengo que
llevarte a cenar hoy para disculparme por lo de anoche?”
“Tonto.”